01 -
Pon los trocitos en una bandeja con papel y olvídate de ellos sin tapar por un día entero para que se sequen al aire. Cuando ya estén bien duros, guárdalos en un recipiente cerrado en la nevera, aguantan varias semanas. Si prefieres, deja algunos en el congelador y te durarán un par de meses.
02 -
Agarra bolitas de masa (unos 30 g por pedazo), haz tiritas largas sobre la tabla y luego corta en bocados chicos con un cuchillo afilado o cortapizzas.
03 -
Divide la masa en 3 o 4 partes. Echa unas gotas de colorante a cada sección. Mezcla bien con las manos hasta que veas el color mezclado, liso o con vetas, como te guste.
04 -
Echa el azúcar glas, la leche condensada, el extracto de menta y la vainilla. Revuelve hasta que veas la masa suave y fácil de manejar. Si está muy pegajosa, agrega hasta 30 g más de azúcar glas poco a poco amasando.
05 -
Bate la mantequilla sin sal ablandada con batidora eléctrica un poquito, nomás hasta que quede suave y se vea cremosa (esto toma menos de un minuto).